Cundo Bermúdez, evocación al maestro

Una pincelada de historia

Si hiciéramos un recorrido por las salas dedicadas al período de la llamada Vanguardia en el MNBA, seguramente nos detendríamos ante obras que nos llamarían poderosamente la atención por su colorido, formas caprichosas, y una reconocible cubanía. Es un espacio dedicado a resaltar el genio de una de las figuras más representativas de la segunda generación de pintores vanguardistas, dentro de la llamada Escuela de La Habana, Cundo Bermúdez, (LaHabana, 1914Miami,2008).

Sus estudios artísticos comienzan en la Escuela San Alejandro, pero no los concluye. La Habana ofrecía un panorama convulso por los años treinta y los jóvenes se enfrentaban a la dictadura machadista.

Comienza Cundo a hacerse notar en aquel grupo surgido a partir del II Salón Nacional de Pintura y Escultura en 1938, aunque anteriormente había tenido otras experiencias.

Posteriormente, llega la impronta del arte mexicano a su obra, como consecuencia del viaje realizado a ese país conjuntamente con Mariano Rodríguez y Alfredo Lozano, influencia que traerá cambios en sus figuras ahora con mayor volumen y tonos ocre, pero estos serán de corta duración.

Dos niños, de 1941. Obra de excelente factura, en la muestra del MNBA, que incorpora uno de sus nuevos temas de este período.

Los años 40 del siglo pasado será la década donde su obra se devela con fuerza y madurez, cargadas de una muy personal forma de expresión y con temas llenos de cubanía, escenas cotidianas, niños, interiores de casas criollas, etc.

Fueron numerosas las exposiciones en que participó, pero he de señalar dos muy importantes para su carrera, una en el Lyceum de La Habana en1942 y la otra en el Museo de Arte Moderno de Nueva York en 1944, donde fue muy favorecido por la crítica.

La cada del 50 consagra a nuestro artista definitivamente al colocar sus obras en Múnich, Paris, Estocolmo, Estados Unidos, Brasil entre otros. Su perfil se va delineando entre  el paisaje, la naturaleza muerta, retratos, saltimbanquis, músicos etc.

He aquí otra de las atractivas piezas (sala permanente del MNBA) de los inicios de la década, Saltimbanquis, de 1951, época en que Cundo emprende su personal adaptación a las nuevas corrientes artistas que llegan.

Precisamente uno de estos temas seduce su mirada: el espectáculo, concebido a base de figurines y danzantes, de músicos y acróbatas. Se trata de un hombre-niño que retoza con ese mundo mágico donde a la belleza de las formas se suma la gracia de los ejecutantes.

Es la atmósfera divertida que encontramos en El Quinteto, (1950), obra donde reaparecen personajes habituales ceñidos a instrumentos como la guitarra, el iro, la tumbadora y la flauta, de rica tradición en los ritmos cubanos.

En El flautista, de 1954, Cundo ha retomado el tema de la música, como expresión autóctona de cubanía. No abandona la figuración, geometriza y estiliza las figuras, pero brinda soluciones que coquetean con la abstracción.

Desde 1967 se radicó en Washington y luego vivió en San Juan, Puerto Rico, cerca de 30 años, hasta que en 1996 se trasladó a vivir en Miami hasta su muerte en el 2008.

El último maestro de la vanguardia artística cubana tuvo una brillante carrera y se mantuvo en activo hasta el último momento, pues como él solía decir:“Pintar es el bastón de mi vida. Vivo para pintar”. La obra de Cundo Bermúdez trascendió las fronteras nacionales llevando consigo sus fulgurantes colores, y armoniosas composiciones sin abandonar su cubanía.

"fue uno de los representantes de la llamada Escuela de La Habana, y pertenece por derecho propio al patrimonio artístico de la nación. El Museo Nacional de Bellas Artes atesora parte de su legado. Debemos estudiar su obra y detenernos en ella".

Lesbia Vent Dumois.

 

 

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