Entre títeres y retablos
Este verano, cada sábado se tiñó de fantasía, magia y color. Adentrarnos en un arte milenario a través de la imaginación propia de los más pequeños y reavivar la capacidad creativa en adolescentes y jóvenes como autores de su propia obra constituyó un ejercicio transformador y de crecimiento en lo cognitivo y artístico. Encuentros provechosos en los que los participantes pudieron conocer de sus profesores las funciones del teatro de títeres –en sus orígenes diseñado para el público adulto y orientado hacia los más pequeños a inicios del pasado siglo XX.
El retablo, como estructura y soporte del contenido de la obra o escena a interpretar resultó ser una de las motivaciones principales en las etapas creativas y constructivas en este taller, teniendo en cuenta que en su concepción se conjugan el diseño, la pintura, la escultura y hasta elementos básicos estructurales de arquitectura.
Los más pequeños, niñas y niños de 6 años, conocieron qué es un títere y las diferentes tipologías existentes. Aprendieron, desde la praxis, qué es un retablo titiritero, vocablo que puede ser nuevo para ellos, así como la manera de confeccionarlo. En esta edad uno de los objetivos en este taller fue desarrollar sus habilidades manuales dibujando, coloreando, pintando y recortando sus personajes. Así como reforzar su solidaridad, amabilidad, escucha y atención a través de la lectura de los cuentos Daniel y las palabras mágicas y Nerea en su jardín. Todo lo anterior contribuyó a que en encuentros posteriores construyeran historias para los personajes creados.
El profesor de los participantes de 7 y 8 años se propuso enseñarles la confección de títeres con cilindros de cartón, usando como referencia las fábulas. Cada especie animal representada cumplió con el objetivo de realizar versiones alegres y coloridas. Conocer bien el proceso en la compañía de sus padres pretendió brindar herramientas para que otros personajes fueran diseñados a futuro en el hogar, motivando así la interactividad familiar en un proceso activamente creativo.
El ámbito teatral fue el ambiente a recrear por uno de los grupos conformados por talleristas de 8 y 9 años, considerando los atractivos propios que caracterizan el escenario del teatro de títeres. La confección de marionetas de diferentes tipologías, por sus materiales, estructura y maniobrabilidad fueron apreciadas y elaboradas durante esta etapa por una parte de los participantes correspondiente a este grupo etario. Otros, en su mayoría de 9 años, tuvieron la oportunidad de combinar la épica de Elpidio Valdés con la fantasía de Marvel y Disney y otros personajes de videojuegos. Personificando a Elpidio los niños aprendieron de una manera diferente, en contraposición a la rigidez del formato “aula” en la escuela, acerca de la historia de Cuba y el valor de la lucha por la independencia a través de personajes que encarnan las mejores cualidades de un cubano. La libertad de incorporar a sus héroes fantásticos favoritos añadió un elemento de diversión y posibilitó trabajar con temas universales como el bien y el mal, la justicia y el poder. La creación de títeres potenció, durante el proceso, la creatividad, la colaboración y la comunicación brindando la posibilidad de expresarse y fortalecer su autoestima mientras aprenden y se divierten.
La obra, La verdadera historia universal, de Carlos Alberto Estévez Carrasa (1955) fue la motivación principal para que los participantes de edades comprendidas entre los 10 y 11 años transitaran de una obra con figuras históricas reales a una historia de personajes de diferentes universos creativos, humanos, demonios, seres sobrenaturales hasta animales. Todos ellos conviviendo en un solo mundo, en un solo retablo realizado con fragmentos, a modo de collage, del universo propio de cada personaje en el que se vieron representados. Este trabajo será su verdadera historia, recreada desde lo mágico y lo ficticio.
Los adolescentes y jóvenes tuvieron el reto de convertirse en escritores, guionistas, escenógrafos, diseñadores y arquitectos de su propia obra. Desde la selección primaria de escenarios y ambientes para su historia, escogidos en las salas dedicadas al arte moderno cubano, hasta la concepción de una historia escrita representada escenográficamente en el limitado espacio de una caja de 17 x 23 x 15 cm. Este fue su retablo, su escenario, su espacio para contar al mundo su imaginación, de seguro, su primera obra concebida de naturaleza teatral.
Entre las habilidades y capacidades a potenciar en este segmento etario están las de desarrollar la determinación y poder de selección, la imaginación, construcción, redacción y composición; también la correspondencia entre lo escrito y lo representado (texto e imagen), así como dibujar, pintar y ensamblar como componentes esenciales en el proceso de creación y concepción de la obra.
De esta forma se concibieron los teatrillos ambulantes (como solían llamarlo), en el siglo XVIII, en las plazas y en las ferias fueron relevantes las presentaciones de estas obras escritas y ambientadas; también en espacios de mayor jerarquía en la sociedad desatando risas y reforzando la presencia de personajes populares en el imaginario colectivo. La difusión desde entonces de este arte, como importante componente cultural, resultó, además de entretenimiento familiar y agradable diversión, una forma de aportar ideas y trasmitir sabiduría. En Cuba, en los espacios de presentación como el Festival de La Habana y el Festival de Teatro de Camagüey, el títere es considerado como una de las zonas más creativas de la escena nacional, como afirman algunos estudiosos.
Los invitamos a que disfruten en la galería de imágenes algunos de los personajes y escenarios creados durante este taller, el cual resultó ser canal indispensable para conectar y navegar por el fascinante universo de la creación de títeres.
Oramis López Cedeño
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