
“Mirta Cerra, artista de mérito extraordinario, tiene la rara condición de conservarse siempre personal en su pintura: pintando con una experiencia de un viejo maestro”
Leopoldo Romañach
Hemos querido comenzar esta “pincelada” con una frase del maestro Romañach, que define la solidez del arte de una de sus más aplicadas y predilectas alumnas: Mirta Cerra, (Bejucal, 1904 – 1986) como también lo fuera Amelia Peláez. Pero el hecho de dedicar este espacio a tan gran artista, va dirigido a que las nuevas generaciones conozcan del valor artístico que reúne la obra de una cubana que logró ser reconocida no solo en su tierra sino también internacionalmente.
Al concluir con honores sus estudios en la Academia de Bellas Artes San Alejandro en 1934, las obras de Mirta Cerra comienzan a ser exhibidas en los propios Salones de Bellas Artes, advirtiéndose en ellas una tendencia hacia el impresionismo. Viaja a Nueva York por motivo de una beca obtenida al efecto de su exitosa graduación, para estudiar grabado en el Art Students League. La gran ciudad la impacta considerablemente y produce una serie de grabados de corte social con un excelente dominio técnico.
A su regreso a Cuba Cerra ya ha ido ganando en experiencia e incursiona también en la escultura, especialidad que le reporta varios premios; su pintura, sin embargo, está aún muy cercana a lo aprendido en la academia. Su evolución en este sentido, según algunos especialistas, se torna un tanto lenta pero segura a la vez, pues es el momento en que desarrolla el tema campesino (1943), provocando un gran impacto en el público con sus Guajiritos.
Seguramente reconoces esta obra: Plegaria a la tierra, de 1946 que se exhibe en la colección de Arte Cubano del MNBA. La pieza fue presentada y premiada en la III Exposición Nacional de Pintura y Escultura, donde participaron también pintores de la talla de Carlos Enríquez, Pogolotti, Jorge Arche etc. El impacto del tema, su depurada técnica en el uso de los colores y la composición fue tal, que consagró definitivamente a Cerra como una pintora de un excelente oficio, que va desde lo más tradicional hasta la establecida modernidad de aquellos años.
Otro momento definitorio para sus temas en la década del cuarenta lo constituyen sus paisajes urbanos: La Habana, que fue también referente de varios de los integrantes del movimiento vanguardista, se presenta por nuestra creadora con elementos del cubismo. Sus propuestas nos devuelven una ciudad ecléctica, rica en elementos arquitectónicos del pasado, que van cediendo paso a la modernidad, a la propia yuxtaposición de las anteriores barriadas con la nueva arquitectura.
Habana, de 1948, es uno de los mejores ejemplos de sus evocadoras obras que puedes apreciar con detenimiento en nuestra colección.
Fueron muchos los lauros obtenidos a lo largo de su vida artística. La carrera de Mirta Cerra continuó en ascenso y gradual transformación. Sus exposiciones en Cuba y en el extranjero obtuvieron notable reconocimiento, que beneficiaron la adquisición de muchas de sus obras para colecciones privadas.
En los años cincuenta, su producción artística se dirige a explorar la abstracción, pero desde presupuestos muy personales, ya fuera motivada inicialmente por un objeto, una rama o una piedra, que luego hiciera suya a través del arte.
En décadas siguientes la artista mantendrá sus temáticas anteriormente reconocidas: los Guajiritos, La Habana, la naturaleza muerta, los paisajes, plenos del dominio técnico que el propio oficio le ha dado.
Al referirse muy acertadamente a la obra de nuestra creadora, Lolo de la Torriente (crítica, ensayista y escritora) expresó en el diario “El Mundo”, en mayo de 1965:
“Mirta aglutina valores elaborando los ingredientes hasta lograr un acabado perfecto. Nada hay descuidado o perdido. El dibujo es limpio y señero, la composición grávida y el color está administrado en recreación del propio temperamento de la artista. Los fondos son magníficos y destilan ese aprendizaje del que ha obtenido primores porque bien trate la figura humana, los conjuntos de una ciudad, las piedras o las vivencias naturales, en todo, admira esa organización de la experiencia visual que coloca sobre los fondos con toda seguridad, lo que elabora con pinceladas que responden a un sentimiento creativo en el noble concepto de la “simple y desnuda realidad”
Agradecimientos a Roberto Cobas, curador del MNBA.




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