
La apertura progresiva del pensamiento lamiano ocurre en el París de las vanguardias, a finales de los años 30, mediante su contacto directo con el arte africano. La estatuaria y máscaras africanas, que tanto influyeron en el desarrollo del cubismo, encuentran en Lam a un artista dotado de la sensibilidad necesaria para descubrir su poderosa espiritualidad. Su interés se concentra en determinados temas, sea el de la maternidad, el de la mujer o el de la pareja de amantes. En París, su análisis formal se centra en el diseño anatómico de la figura humana, despojándola prácticamente de su materia. Es la estructura lo que le interesa, los volúmenes, que simplifica en formas geométricas casi puras, tales como el círculo y el triángulo. El artista se afana en conseguir la síntesis y brillantez de ejecución de la escultura africana, pero rescatando su espiritualidad. En sus maternidades de París encontramos ya en Lam un aliento poético que no lo abandonará jamás.




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